Todos los domingos recorre la quinta avenida un grupo de mujeres vestidas de blanco en demanda de la liberación de sus familiares presos en Cuba. Se les conoce como Damas de Blanco.
En cualquier lugar del mundo una iniciativa como esta pasaría probablemente inadvertida.
En Cuba despierta contradictorias emociones.
Unos las ven con desprecio. Son gusanas. Son agentes del imperialismo. Se están manifestando en contra de la Revolución. Quieren que renunciemos a los logros de la Revolución y regresemos al pasado. Payasas. Anexionistas. Batiblancas hijeputas. Me cago en su madre.
Otros las ven con gran admiración. Son valientes. Luchan por un ideal noble. Quieren la libertad de sus familiares injustamente encarcelados y la libertad de expresión para que todos podamos decir lo que queramos donde queramos. No solo en las asambleas convocadas y controladas por los órganos del poder en Cuba.
Pensemos ahora que mientras parqueaba atropelló sin querer a una persona. ¿Nos sentiríamos mejor? Y si lo hubiera hecho con toda intención y fuera nuestro ser querido un criminal: ¿Aliviaría esto nuestro dolor?
Los familiares sufrimos injustamente tanto las condenas justas como las injustas y es criminal buscar pretextos para no apoyar y comprenderlos en su dolor.
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